Como si se tratara de un mundo aparte, al ingresar a su casa ya no se oye el murmullo que domina el exterior, a pesar de que vive en una manzana céntrica de Castelar, con varias paradas de colectivos en la vereda. Choly Berreteaga, ecónoma de la televisión, invita a pasar al lugar que eligió como morada hace más de 50 años. Su llegada a estas tierras tiene un origen muy escuchado: ”Yo vivía en plena calle Corrientes en una casa enorme. A los 15 años tuve una neumonía y quedé muy mal.
En aquellos años a esto se llamaba la Córdoba chica. Nos vivimos a vivir a esta casa por un año y medio. Y no volvimos nunca más porque nos afianzamos en este Castelar”, comienza a contar.
Castelar es un pueblo, porque de ciudad no tiene nada
Ya instalada aquí, enseñó en una escuela como profesora de cocina. Cuando apareció el programa “Buenas Tardes, mucho gusto”, que fue el primero de su tipo, Choly mandó una carta para participar. Y la llamaron. “Ellos supusieron que tenía más didáctica que si fuera una ama de casa, porque ya era profesora. Un lunes me dijeron que el jueves debuta. Era en vivo en aquella época. Debuté en octubre de 1963, de manera que en octubre de este año va a ser 37 años que hago televisión ininterrumpidamente”, dice con inocultable orgullo. Choly es autora de 26 libros de cocina y hasta de una novela, “La Casa olvidada”: “Sinceramente me gusta mucho escribir. En septiembre sale mi próximo libro: ‘Cocina para dos’, dedicado a las parejas jóvenes”, indica entusiasmada.
Condujo “Cocina Fácil” por Utilísima Satelital, en la televisión por cable entre otra gran cantidad de programas. “Lo hago con mucho placer, porque aparte de cocinar, puedo comentar libros, hablar de lo que me gusta socialmente y lo que no. Es un placer tener un micrófono y poder decir lo que quiero. Pero además, me gusta la docencia en la cocina, porque en cierta forma, en televisión hago docencia”, confiesa.
-¿Se imaginaba todo esto cuando comenzó?
-No, evidentemente no. Yo siempre digo que soy una mujer que tiene suerte en la vida porque trabajo en lo que me gusta, hago lo que me gusta y vivo de mi trabajo. Así que eso es una bendición, y aparte de todo y como primera medida, tengo la familia que quiero.
-¿Cómo fue buscando su especialidad en la cocina?
-Yo era profesional y había estudiado. Pero cuando trabajaba y cuando mis hijos eran chicos, tenía que cocinar muy práctico, tenía que hacer cosas ricas, que los alimentaran, no tenía que hacer comida chatarra. Es decir, no tirar una hamburguesa sobre la plancha. Incluso yo tenía que dejarles la comida preparada como para que la empleada se las calentara. No había microondas en ese momento. Yo quería simplificar la cocina, es decir hacer un plato difícil de una forma lo más fácil que se pueda. No complicarlo con millones de sartenes, millones de cacerolas. Tratar hasta de eso ahorrar elementos para que la mujer no tuviera después que encontrarse con una pileta que le llegue hasta el techo. Todo eso he tratado de simplificarlo y ese fue mi primer libro, que abrió mi rumbo.
-¿Es cierto que las recetas se renuevan?
-Se reciclan, se aggionan. Antes se cocinaba en otra forma, con más crema, con muchísima más frituras, con mucha más cocción las verduras. Ahora, los dietistas han demostrado que las verduras tienen que estar más crocantes, que hay que comer menos carne, en fin, una dieta más equilibrada. Además, las mujeres están más informadas, a pesar de que hay chicos que comen mucha chatarra, mucha salchicha, mucha hamburguesa y eso no está bien tampoco.
-Seguramente, usted también tuvo que cambiar.
-Por supuesto. Yo también tuve que modernizar mi sistema. A pesar de que era moderno para esa época tuve que modernizarlo aún más. Tuve que unir a mi cocina el freezer, el microondas, las cacerolas modernas. Uno se va adaptando a todo lo que la industria moderna va ofreciendo.
-¿Es difícil cocinar bien?
-Yo creo que hay que tener una buena base, saber los porqué. Si cocinás un huevo poché, saber hacerlo; saber hacer un huevo frito, saber hacer un churrasco. Si hacés una masa bomba, saber qué pasa físicamente cuando está en el horno, qué se forma, porqué se infla y porqué se aplasta si uno abre el horno antes de tiempo. Es decir, hay que saber los porqué y hay que estudiar si uno lo quiere hacer profesionalmente.
-¿Antes se cocinaba de otra manera en televisión?
-Se cocinaba más ampulosamente, aunque yo seguía con mi sistema. Porque pensaba en las mujeres como yo que tenían que trabajar. Entonces siempre me puse en esa postura. Cuando escribí “Cocina Fácil”, mi hija se estaba por casar. Y yo pensé en ella. Ese libro tuvo éxito porque antes de poner, como en todos los libros de cocina, yo pensé en capítulos que le sirvieron a la mujer, por ejemplo: Con lo que tiene en la heladera, Cuando llegan invitados sorpresa. Todos esos capítulos los fui llenando con las recetas que venían bien al tema. El libro tuvo una agilidad diferente.
-¿Alguna vez se le quemó algo en cámara?
– Sí. Pero se sale porque todo tiene solución, todo se puede arreglar. Incluso tenía solución en la época que trabajábamos en vivo. Imaginate lo que es cocinar en vivo. ¿Cómo hacíamos? Había veces que te querías morir o hundirte en la tierra. Pero salíamos del paso, porque tenías que salir o sí o sí. ¡Pasaban cada cosas!. Por ejemplo, una vez una colega mía tenía que hacer una propaganda de una heladera. Preparó el postre y lo puso en la heladera. Después venía la tanda publicitaria de esa heladera. En esa tanda, le dieron con martillo a la puerta: se trabó y no se pudo abrir. Entonces, la señora salió así del paso: “Mire, no abro la heladera porque todavía le falta un poquito más de frío. Si puedo, al final del programa se lo muestro”. Y una vez a mí también se me pasó un caramelo: tenía que hacer un panqueque de manzana al caramelo y, claro, la tanda fue más larga y se me pasó. Y dije: ”no lo dejen pasar así pero ustedes estén siempre mirando el caramelo”.
Aunque parezca lejano, Choly es también socia vitalicia del Club Argentino. De esta manera resume su historia por la institución: “Antes el Club era una cosa chiquitita. En mi adolescencia, íbamos a bailar.
Era una especie de galería grande donde bailamos, después había una sala con mesitas y una habitación chiquitita que era la biblioteca. También había una cancha de bochas. Con mi hermano empezamos a ir al club. De manera que lo vi crecer. En los bailes de carnaval, éramos treinta, cuarenta parejas bailando nada más. Era todo de entrecasa. Fue una linda época de Castelar”.
-¿Y cómo vivió el proceso de cambio de la ciudad?
-Yo no voy a negar el progreso, no hay que detenerlo. Pretendería que mi querido Castelar, que es mi pueblo porque de ciudad no tiene nada, siga así. Yo sigo saliendo y puedo comprarme medio Castelar sin monedero. Tiene la característica de pueblo, que es lo que a mí me gusta. Si no fuera así yo me hubiera ido a vivir a Buenos Aires, donde tengo todo mi trabajo.